viernes, 10 de diciembre de 2010

El fin no siempre justifica los medios


La ley (del latín lex, legis) es una norma jurídica dictada por el legislador. Es decir, un precepto establecido por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con justicia. Su incumplimiento trae aparejada una sanción. (según la Wikipedia)
Con esta definición, entiendo que las leyes dictadas por nuestros legisladores, están pensadas para corregir determinas conductas de las personas, que pueden afectar, perjudicar y dañar a otras en cualquier ámbito de la vida. Entiendo que no debe ser tarea fácil legislar, máxime cuando se sabe que nunca llueve a gusto de todos. De una parte se encuentran quienes de una forma u otra se ven afectados por la Ley, en tanto en cuanto ésta lleva siempre implícita una obligación o una prohibición y en su incumplimiento una segura sanción; y por otro lado están quienes teóricamente se verán beneficiados/as por la misma, puesto que la Ley viene a salvaguardar su libertad, derecho, integridad. Etc.
Hasta este punto todo parece claro, el problema a mi modo de ver, comienza en ese espacio que toda Ley que se precie deja a la interpretación. Es algo que a los/as ciudadanos/as se nos escapa, casi nunca somos capaces de asimilar la cantidad tan diversa de interpretaciones que se pueden hacer de una misma definición, mucho menos alcanzamos a entender ¿para qué se dicta una Ley si no se cuenta con los recursos suficientes para velar por su cumplimiento?
En este momento es cuando se produce el milagro, los/as ciudadanos/as ya nos hemos puesto de acuerdo, de una forma u otra siempre se consigue que todos/as estemos en contra. Probablemente no se sabe muy bien a cuál de los tres poderes culpar si al Legislativo, al Ejecutivo o al Judicial, llegado el momento tampoco nos importa demasiado, nos sentimos desamparados/as y eso es suficiente.
En torno a la Mujer, desde hace años, se han tomado una serie de medidas y a la par se han ido aprobando un importante número de Leyes, que a día de hoy a priori no parece que estén dando muchos resultados, salvo para quienes las han INTERPRETADO como una oportunidad de negocio.
Soy consciente de lo mucho que se ha trabajado desde hace años en pro de los derechos de la mujer, no sólo desde los grandes poderes, sino con el esfuerzo, el sacrificio y la lucha infatigable de muchas mujeres, tanto a título individual, como a través de pequeños colectivos; sin demasiados medios casi siempre y sin la libertad de la que gozamos hoy en día en muchas ocasiones.
Ahora bien, en honor a mis pensamientos y reflexiones, considero que actualmente lo que era y continúa siendo una causa justa, se está convirtiendo en una herramienta de marketing, que como siempre los/as más hábiles utilizan para engordar sus arcas. Desconozco las cifras pero estoy convencida de que los millones de euros que pueden llegar a sumar las múltiples acciones promovidas por las diferentes instituciones a fin de llevar a cabo proyectos de sensibilización y formación relacionadas con la mujer, han resultado un filón importante para muchos/as, pero con resultados bastante mediocres para las principales beneficiarias.
¿Cuántos cursos subvencionados se han impartido exclusivamente para mujeres en los últimos años?, ¿cuántas han conseguido acceder a un puesto de trabajo cualificado a través de los mismos?, ¿cuántas secretarias, administrativas y empleadas de oficina no habrá en nuestro país después de tanta formación específica?. Se me ocurre que quizá con los excesos de estas partidas, quizá fuera posible contar con más recursos humanos y materiales que permitieran velar por el cumplimiento de las Leyes dictadas.
La formación es imprescindible para todos/as, por lo que entiendo y apoyo todos los mecanismos que desde la administración se articulen para fomentar y promover todo tipo de actividades formativas, pero también considero necesario el seguimiento y control de los fondos aplicados a dichas acciones, tanto en necesidades, como en usuarios, contenidos, consecución de objetivos...
Estamos en un momento, en el que las ayudas, subvenciones y colaboraciones no se aplican directamente a proyectos con causa, sino que el proyecto es el vehículo para obtener unos fondos. Las administraciones aprueban las subvenciones para los diferentes colectivos y de acuerdo a los requisitos establecidos, éstos diseñan sus acciones.
Entiendo que lo lógico sería optimizar los recursos de unos y otros, fomentar la colaboración entre aquellas entidades públicas y privadas, que buscando un objetivo común, sean capaces de diseñar, ejecutar, evaluar y controlar proyectos con objetivos claros, concretos y sobre todo necesarios, con costes mucho menores y resultados visibles. Por otro lado si hablamos de igualdad, es hora de hacerlo en términos generales; ha llegado el momento de hablar de personas, de derechos y deberes para todos/as, no hay que obviar tampoco aquellas situaciones en las que el hombre legalmente puede verse desprotegidorespecto de la mujer.